Desde el balcón del consulado de Cuba en Barcelona se puede leer el cartel de la empresa Castro Construcciones, en el mismo Paseo de Gracia -la calle más cara de la ciudad Condal- que el local con jurisdicción cubana, y un poco más hacia la plaza de Cataluña divisar el edificio de la empresa Seguros Vitalicio. Amarga metáfora de la libertad.
Libertad, eso es lo que han reclamado este domingo en Barcelona (y Madrid) un grupo de exiliados cubanos arropados por ciudadanos de Cataluña a los pies del mandarino que está a pocos números del 34 de Paseo de Gracia, sede del consulado cubano. Sin embargo, no han estado solos.
España debe ser la única democracia que es capaz de crear individuos capaces de manifestarse en favor de una dictadura. Tomaremos la paradoja temporal como ejemplo. No puedo imaginarme una manifestación en favor del régimen franquista en el México o la Argentina de principios de los setenta del siglo XX. Menos, aún, una contramanifestación, en el mismo lugar, a la misma hora, sin el permiso correspondiente y con presencia institucional. Eso es lo que ha pasado hoy en Barcelona.
Jordi Miralles es secretario tercero de la Mesa del Parlamento autonómico de Cataluña y líder de EUiA. EUiA es la ridícula parte que queda de Izquierda Unida en Cataluña y acude en coalición electoral con ICV para sobrevivir. Miralles, que ha estado acompañado del senador Nuet y la también diputada autonómica Civit, ambos del mismo partido que Miralles, se ha presentado en la contramanifestación y ha participado en ella. Toda una lección de legalidad y solidaridad del señor Miralles, ya saben, el que considera que su Audi A6 es “transporte público”.