Una de las reformas que debería hacerse con más urgencia es la del panorama televisivo público. En España tenemos cinco canales de televisión públicos de ámbito nacional (La 1, La 2, Canal24h, Teledeporte y Clan TVE) y, por lo menos, treinta y cinco de ámbito autonómico (por ejemplo, cuatro en Andalucía, Cataluña y País Vasco, y tres en la Comunidad Valenciana, entre las CCAA que más tienen).
A estas hay que añadir una serie de televisiones de ámbito local o comarcal, también públicas, como por ejemplo EsMadridTV o Barcelona TV, en las dos principales ciudades españolas. Y las respectivas emisiones para las cadenas digitales (internacionales) de algunas de las cadenas públicas.
Así, a este coste permanente fijo que no es evaluado ni por la calidad ni por la audiencia (cantidad), hay que añadir las distintas subvenciones que las emisoras privadas reciben regularmente, en ocasiones de una forma difícilmente justificada desde el punto de vista de la necesidad del producto.
Pagar dos veces por un mismo producto que solo veremos una vez
Sirva como muestra, de la necesaria y urgente reforma del sistema televisivo, un ejemplo. El próximo 13 de mayo se disputa la final de la Copa del Rey de fútbol. TVE obtuvo los derechos tras el correspondiente pago, nada insignificante, para emitir el partido entre el Barcelona y el Athletic de Bilbao. Esta pasada semana hemos sabido que TV3 también emitirá el partido, en catalán, para Cataluña (y la televisión pública vasca lo hará en el País Vasco).
Lo que no nos han querido decir los responsables de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales es el coste total de la compra de los derechos de emisión para Cataluña -aunque esta exclusividad no está clara, según distintas informaciones publicadas– a TVE. ¡Una cadena pública que recompra los derechos a otra pública cuando la primera ya llega al 100% de los ciudadanos a los que puede llegar la segunda!
La decisión de que TVE controle y restrinja la publicidad en sus canales es una buena medida para las televisiones privadas, que sí siguen, al menos, uno -la cantidad- de los dos termómetros básicos -cantidad o calidad- por los que se rigen las televisiones. Pero, no solo eso es necesario. El despilfarro en televisiones públicas se debe cortar de raíz. Pocas y de calidad, puede ser una buena medida.
Dinero de todos
¿Por qué RNE no acepta publicidad y prima la calidad en su programación, con la discusión subsiguiente que nos llevaría a preguntarnos qué es una radio de calidad? ¿Por qué cada institución pública, nacional, autonómica, comarcal y municipal debe tener un ámbito público de expresión dentro de la caja tonta? ¿Por qué, en el fondo del problema, defendemos que existan televisiones -y radios- públicas y no ponemos el grito en el cielo por la falta de periódicos de titularidad pública -amén, lógicamente, del lamentable caso Avui-?
En España, seguimos con la cantinela inventada por el socialismo patrio y defendida a capa y espada por el conservadurismo popular de que el dinero público, ese que se gestiona desde las instituciones públicas, no es de nadie. Nada más lejos de la realidad, precisamente ese dinero es de todos y todos debemos saber en qué y por qué se destina a determinados fines que no son necesarios -al existir la iniciativa privada- y ni tan siquiera son productos de primera necesidad.
¿Alguien sabe cuánto nos cuesta que TV3 retransmita (además de hacerlo La Sexta) las carreras de Fórmula 1?
Soitu.es