La memoria histórica colectiva -entendida como algo que se impone de arriba a abajo- tiene distorsiones que, sinceramente, tienen difícil ajuste. Así, por ejemplo, hay que defender que el (ex) Molt Honorable Jordi Pujol siga constante y paciente representado en una placa a la entrada de las instalaciones de TV3, así como en tantos y variados lugares de la geografía catalana (desde unos restos ibéricos a un parque de atracciones) para que nos acordemos de que el máximo representante del Estado en Cataluña durante 23 años y factótum del partido político mayoritario en esta región durante tres décadas fue un defraudador confeso. Que su obra caiga sobre nosotros. En esta línea, no es extraño que se elogie la figura de Próspero de Bofarull i Mascaró, el que fuera director del Archivo de la Corona de Aragón (en Barcelona) durante casi toda la primera mitad del siglo XIX y que, entre otras cosas, falsificó documentos históricos para realzar lo catalán. Puso orden (aunque no siempre de manera acertada) en el archivo pero manipuló sin contemplaciones la historia. Una manipulación que de manera presentista es utilizada por el nacionalismo catalán hoy en día. A don Próspero le dio por reescribir el Llibre del Repartiment del Regne de València de la Edad Media con el objetivo de engrandecer y magnificar el papel que tuvieron los catalanes en la conquista del Reino de Valencia en 1238 y suprimió en su edición facsímil apellidos aragoneses, navarros y castellanos para darle más importancia numérica a los catalanes. Aquí tienen el detalle. Todo un hombre a recordar. En Barcelona, sin ir más lejos, junto a su hijo, también archivero del mismo centro documental (hablamos del siglo XIX cuando los cargos se heredaban, no solo los títulos nobiliarios) tiene dos calles en el barrio de La Sagrera. En Reus, de donde era oriundo, tiene el título de hijo ilustre. ¿Merece, don Próspero, que tenga este reconocimiento público? Quizás, sí, si explicamos toda su biografía, con luces y sombras. Pero, entonces, por qué no se hace. Lean la entrada de Bofarull i Mascaró en Wikipedia, lean la versión en español y la versión en catalán. ¿Por qué en la versión en catalán (revisada a día de hoy) se omite toda referencia a su manipulación? ¿Y qué decir de la entrada de Pròsper en la Enciclopèdia Catalana? Ni rastro. Don Próspero nació un 31 de agosto de hace 239 años.
memoria histórica
Repetición de falsedades
Henry Kamen escribe hoy en El Mundo sobre el 11 de septiembre de 1714 y las falsedades que contiene el Centro Cultural del Borne de Barcelona:
“[…] Los textos hablan de “un choque entre Estados”, cuando, por supuesto, Barcelona no era un “Estado”; de una “política de terror”, cuando el terror para los ciudadanos venía de hecho de ambos lados; de un “bombardeo terrorista”, cuando no había terroristas. Se hace referencia a “el fin del Estado catalán”, cuando tal Estado ni siquiera existía, de “violaciones masivas de mujeres”, cuando semejante suceso no ocurrió, de “la tiranía de las leyes e instituciones de Castilla” y de un “expolio fiscal oprobioso”. La sistemática repetición de falsedades (“violaciones masivas de mujeres”) evidentemente degrada a aquellos que las inventan. Pero eso es lo que se ofrece al público en el nuevo Born.
La principal y mayor falsedad de todas es la que afirma que la persona que mandó construir la ciudadela fue Felipe V, con su correspondiente “absolutismo”. Esto es una completa fabulación. Felipe V se opuso a la construcción de la ciudadela: para él fue incluso un asunto de innegable importancia, tal y como lo refirió a su abuelo, el rey de Francia: “Sobre el asunto de la ciudadela el duque de Berwick parece que no piensa como yo”. El Rey creía que si los ciudadanos realmente querían rebelarse otra vez, la ciudadela no podría detenerlos”.
La “autoridad moral” de las causas en la Guerra Civil
Es cómico que comunistas marxistas se separen doctrinal y físicamente de los fascistas. ¿No se han enterado de que nazi significa nacional-socialista, y de que lo común a Lenin, Stalin y Hitler es una versión totalitario-mesiánica del socialismo? La divisoria está en defender un socialismo democrático -como empieza a plantearse Saint-Simon hacia 1815- y el socialismo eugenésico apoyado sobre el exterminio o cuando menos la esterilización de las clases medias altas. Resulta asombroso seguir oyendo que Hitler -un devoto incondicional de Lenin- no es socialista en su sentido. En España, por ejemplo, basta leer los textos de Ledesma Ramos y José Antonio para comprobar su adscripción a un totalitarismo dispuesto a fulminar tanto el derecho hereditario como la tradición liberal. Mi padre fue uno de los fundadores de la Falange (creo que hay una línea del Cara al Sol escrita por él) y, al igual que Ridruejo y otros muchos, empezó siendo socialista de Besteiro, decepcionado por atrocidades gratuitas como quemar conventos, violar monjas y asesinar a Calvo Sotelo, líder de la oposición. ¿Qué tal ver a Rubalcaba cosido a balazos por un capitán de la Policía Municipal, y a todo el PP aplaudiendo en Cortes la “liquidación de ese gusano”? Mi padre, que había luchado en el bando republicano, se pasó aprovechando la batalla del Ebro. Un análisis de las deserciones de cada bando -y disponemos de los datos oportunos- despejará cualquier duda sobre la autoridad moral de una u otra causa en aquel preciso momento. Por lo demás, jamás me podré perdonar las críticas que le hice a mi padre, y su amargura al ver que ese arrogante pipiolo era lo bastante trivial como para querer reeditar la Guerra Civil.
100 años en 10 minutos
Kuma: la palabra
La historia se tergiversa a medida que la olvidan los protagonistas. O, para ser más exactos, la historia se enreda cuando desaparecen los protagonistas. Así ocurre en España actualmente. Hay ciertos políticos -que no han abierto un libro de historia desde que dejaron el instituto- que creen que gobernando en el presente (o controlando a los gobiernos actuales) pueden cambiar el pasado. Ya no sólo influir en el futuro sino que cambiar y modificar el pasado a gusto suyo.
Sorprende que ERC proponga en el Parlamento nacional que la sede de la Jefatura Superior de Policía Nacional en Barcelona (sita en Vía Layetana) se convierta en un museo de la represión franquista. Sorprende, sobre todo, porque se omite de forma deliberada las torturas que se cometieron por la policía de la Generalidad, y los anarquistas, antes que la actual sede de la Policía fuese ocupada por las tropas franquistas tras la Guerra Civil.
De esta manera, desde la filas de ERC se intenta borrar la historia de lo que sucedió durante la II República y la Guerra Civil en Barcelona, y tan sólo quieren permitir que se recuerde las torturas de la policía franquista. Si esto no es enredar –por no decir algo malsonante- la historia poco nos queda por hacer a los historiadores.
Donde ahora se encuentra la Jefatura Superior de Policía Nacional en Barcelona es un edificio lleno de habitaciones y calabozos pero no hay, ni hubo, salas de torturas como sí hicieron los nazis en Alemania, Polonia y Austria, por ejemplo. Comparar, nunca, nunca es adecuado, pero en este caso es, además, mal intencionado. Durante la II República el edificio fue ocupado por la policía de la Generalidad y dos de sus máximos dirigentes, Miquel y Josep Badia, hermanos, fueron asesinados por militantes y simpatizantes de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) en abril de 1936. Y en agosto de ese mismo año la FAI ocupa el edificio del futuro “museo surrealista de ERC”, donde se empieza a encarcelar y castigar a personas simpatizantes con la derecha (sin distinguir en este caso entre nacionalistas o no). Actos, lógicamente, fuera de la leyes de la República. Tras la Guerra Civil la policía franquista ocupa el edificio y lo utiliza como Prefectura de Barcelona, cometiéndose en él castigos igualmente y encarcelando entre sus paredes a las personas disidentes durante la dictadura.
Así pues, pretender que un edificio de Barcelona, como la actual Jefatura Superior de Policía Nacional, se convierta en un “museo de los horrores”, omitiendo a una parte de los protagonistas, es intentar rescribir la historia. Es, sin tapujos, pretender enseñar a la ciudadanía que unos hechos ocurrieron en un lugar determinado de la ciudad dando a entender implícita, cuando no explícitamente, que no ocurrió nada más en ese lugar poco tiempo antes o poco tiempo después. Esto, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española lo define con una palabra, mentir: decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa; inducir a error; fingir, aparentar; falsificar algo.
En manding, kuma significa la palabra por excelencia, la que no miente, ni tergiversa. Algunos dirigentes nuestros no tienen la palabra kuma en su diccionario personal. Es una lástima, ya que de éstos depende nuestro futuro. Pero por suerte no depende nuestro pasado, que por mucho que lo intenten no podrán rescribir.
Diario Siglo XXI