Magnífico gráfico con algunas de las webs y palabras censuradas en la internet china. Aquí una lista mucho más detallada. Sorprende, por ejemplo, que no se puedan visitar los periódicos deportivos Marca y As. ¿Qué tendrá la dictadura china contra el deporte? Y sí los sitios de Abc o La Razón. Tampoco se pueden consultar las webs de El País, El Mundo o Libertad Digital. Y, a vuela pluma, me ha dado la sensación que una gran mayoría de páginas bloqueadas son de información, tanto diarios como portales temáticos. El poder de la información. Ese gran peligro para el gigante amarillo.
China
Quiero ser como China
No es inaudito. Lamentable, sí. Criticable. Sucio. Y cínico. Bochornoso, también. Pero desde ya la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 -recuerden, la que dio comienzo a las ocho del ocho del ocho del ocho– ha sido la mejor y más espectacular de la historia del Olimpismo reciente. Es una lástima, guardo para mí la de Barcelona 1992. Aquellos Juegos en los que toda la ciudad se volcó con deportistas y turistas.
Dice mucho de la inauguración de Barcelona si se han necesitado 16 años -y cuatro JJ.OO.- para superar aquel “¡Hola!” que gritaron los más de 50.000 espectadores en vivo y en directo mientras quedaba reflejado en el estadio Olímpico barcelonés. En la memoria -además del VHS- quedará. Ni Atlanta, ni Sídney, ni Atenas pudieron con Barcelona. Pekín, sí.
China ha demostrado, con una inauguración de espectáculo permanente (dejando a un lado la salida al estadio de los deportistas), de exhibición, que es una potencia mundial, al menos en lo referente al entretenimiento. Una delicia, dirán algunos. De película, otros. Sobre todo los que votaron, hace siete años, por Pekín como sede de la vigesimonovena edición de las Olimpiadas modernas.
No todo es oro lo que reluce
Pero China es algo más. China es comunismo. China es una república socialista, es decir, el eufemismo que Occidente le compra a las dictaduras que no son de derechas. China es ese cínico modelo dual que permite el desarrollo económico en Hong Kong -gracias a la herencia del imperio británico- o Shanghai y la mayor de las pobrezas en las provincias del interior. China es falta de libertad de expresión. China es falta de libertad de creencia religiosa (que no sea en Mao y sus sucesores, claro). China es Tiananmen. China es censura.
Es de sobras sabido que en 1936 los Juegos tuvieron lugar en Berlín, con Hitler de maestro de ceremonias y la bandera del nazismo por toda Alemania. También es sabido que Moscú albergó en 1980 otros Juegos. El sistema soviético lo necesitaba. No le sirvió de mucho. Y eso solo si contamos las citas de verano, porque si vemos qué ha hecho el Comité Olímpico Internacional (COI) con las temporadas invernales comprobamos que no solo Hitler -en 1936 y en 1940 Alemania también organizó los Juegos de invierno-, sino que Mussolini (1944) y Yugoslavia (1984), república federal socialista, han sido premiados con el caramelo de la sustitución de la guerra por el deporte.
El COI sigue a lo suyo. Es decir, a sacar la mayor rentabilidad económica posible de un espectáculo que traspasa las fronteras y une a los ciudadanos alrededor de un televisor para disfrutar con el deporte y el entretenimiento. Y China, también a lo suyo. Es decir, que ni los patricios que dirigen el COI ni los gerifaltes que llevan con mano dura el país asiático han pensado en derechos y libertades de los ciudadanos de China. Todo un ejemplo de deportividad: más mudos, más ciegos, más sordos, más viles.