Sin ideario

Inicio del punto uno del ideario vigente de Ciudadanos.

Inicio del punto uno del ideario vigente de Ciudadanos.

Parece que Ciudadanos opta por borrar, modificar, adaptar sus orígenes (poco más de diez años, ya y tan solo) al apostar por un nuevo ideario. ¡Dejen paso que llega la derecha! Una enmienda a la totalidad de su presidente, el único máximo dirigente que ha tenido el partido, anuncia La Vanguardia. El texto del todavía vigente ideario fue redactado por Francesc de Carreras, una vez la plataforma que promovió el partido dio paso a la formación como actor en la escena catalana (y no sin equilibrios). Justo ahora, que De Carreras es premiado por Abc, por un artículo escrito en El País, y es nombrado académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas parece que es mejor borrar su obra. Triste vida la de una formación que rompió el panorama catalán para ser clara, sin complejos y como respuesta a la deriva nacionalista de la izquierda; y se está quedando en tierra de nadie. Y lo que es peor, sin principios que defender, que no es lo mismo que no tener capacidad de negociación. No es incompatible ser de centro-izquierda y pactar con la derecha. La clave está en qué se pacta. Y ahí, salvo el Lérida, el resultado es bochornoso. El partido está hecho unos zorros en Cataluña, dicen. Pero no les importa porque “tú eres el viejo partido y no sabes lo que es la nueva política”. Se han olvidado de los cuatro motivos básicos por los que se afilian los ciudadanos en Cataluña, el nacionalismo les absorbe (de momento, en su vertiente catalanista) y alguien debería decirles a Albert Rivera e Inés Arrimadas que no serán presidentes del Gobierno y la Generalitat, respectivamente. Solo así, desde premisas reales, podrán llegar a conclusiones factibles, y dejarán de ser importantes para ser útiles; mientras tanto…

Ciudadanos, TVE y la UAB

Da que pensar. Lo ha escrito Pepe Albert de Paco con cierta diplomacia, un estilo que le caracteriza y un saber estar digno de elogio. Su texto condesa la despedida pública que le dimos a Iván Tubau en Les Corts hace un par de días. Sin más y sin menos. Murió Iván Tubau, fundador de Ciudadanos y uno de los 15 que hizo posible que ahora otros sueñen sin los riesgos de 2005. Fue, además y sobre todo, el primero de su promoción en TVE. E impartió clases en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). No importa. Ni el primero, ni los segundos y menos aún los terceros hicieron acto de presencia. Como dijo Daniel, su hijo, hablando en nombre de la familia: “Están los amigos y eso nos hace muy felices”. Pero no es justo. No lo es. En este país de mierda en el que a los muertos se les saca a hombros Tubau no se merecía una despedida así. La independencia de opinión, la libertad de criterio y la crítica a lo establecido (a lo políticamente correcto) tienen un precio despreciable que solo envilece a los que quedan vivos. Lamentable y patético por Ciudadanos (sobre todo para los que tienen las medallas y no tanto por los recién llegados; y con la excepción de Jordi Cañas); alucinante y bochornoso por TVE (cuya ausencia encumbró más la presencia del director de El Mundo Catalunya, Álex Sàlmon); y cutre y sectario por la UAB. Da que pensar, De Paco, da que pensar.

El síndrome

Que quede claro: Ciudadanos está en contra de la inmersión lingüística obligatoria en Cataluña. Nadie debe dudar de esto. Y dejémoslo dicho también, ya: para Ciudadanos, que se aplique este sistema educativo -pese a lo que han ordenado los tribunales de justicia- no es una línea roja para negociar un posible gobierno en España.

Así lo han señalado, directa o indirectamente, los dirigentes de la formación naranja en las últimas semanas. Carlos Carrizosa, en declaraciones a El País (28 de febrero): “No puedes estar con un mensaje unívoco en cosas que no son prioritarias para la sociedad”. Se refiere a la defensa del bilingüismo en Cataluña. Poco después, en rueda de prensa (domingo, 6 de marzo), el mismo Carrizosa confirmaba que el pacto con el PSOE no toca la inmersión lingüística en las escuelas de Cataluña. Si Ciudadanos quiere crecer, viene a decir la dirección del partido, la formación debe abandonar ciertas posiciones aunque estas sean nucleares y fueran motivo para su fundación a partir de 2005.

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Por un nuevo partido político en Cataluña

X aniversario del manifiesto que dio lugar a la creación de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía.

X aniversario del manifiesto que dio lugar a la creación de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía.

Junio de 2005

Después de 23 años de nacionalismo conservador, Cataluña ha pasado a ser gobernada por el nacionalismo de izquierdas. Nada sustantivo ha cambiado. Baste con decir que el actual gobierno ha fijado como su principal tarea política la redacción de un nuevo Estatuto de Autonomía. Muchos ciudadanos catalanes creemos que la decisión es consecuencia de la incapacidad del Gobierno y de los partidos que lo componen para enfrentarse a los problemas reales de los ciudadanos. Como todas las ideologías que rinden culto a lo simbólico, el nacionalismo confunde el análisis de los hechos con la adhesión a principios abstractos. Todo parece indicar que al elegir como principal tarea política la redacción de un nuevo Estatuto para Cataluña, lo simbólico ha desplazado una vez más a lo necesario.

La táctica desplegada durante más de dos décadas por el nacionalismo pujolista, en la que hoy insiste el Tripartito, ha consistido en propiciar el conflicto permanente entre las instituciones políticas catalanas y españolas e, incluso, entre los catalanes y el resto de los españoles. Es cada vez más escandalosa la pedagogía del odio que difunden los medios de comunicación del Gobierno catalán contra todo lo “español”. La nación, soñada como un ente homogéneo, ocupa el lugar de una sociedad forzosamente
heterogénea.

El nacionalismo es la obsesiva respuesta del actual gobierno ante cualquier eventualidad. Lo único que se le resiste son los problemas, cada vez más vigorosos y complicados. Por ejemplo, el de la educación de los niños y jóvenes catalanes. La política lingüística que se ha aplicado a la enseñanza no ha impedido que los estudiantes catalanes ocupen uno de los niveles más bajos del mundo desarrollado en comprensión verbal y escrita. Este es sólo uno de los más llamativos resultados de dos décadas de gestión nacionalista. Dos décadas en las que el poder político, además, ha renunciado a aprovechar el importantísimo valor cultural y económico que supone la lengua castellana, negando su carácter de lengua propia de muchos catalanes.

La decadencia política en que ha sumido el nacionalismo a Cataluña tiene un correlato económico. Desde hace tiempo la riqueza crece en una proporción inferior a la de otras regiones españolas y europeas comparables. Un buen número de indicadores cruciales, como la inversión productiva extranjera o las cifras de usuarios de internet, ofrecen una imagen de Cataluña muy lejana del papel de locomotora de España que el nacionalismo se había autopropuesto. Su reacción ha sido la acostumbrada: atribuir la decadencia económica a un reparto de la hacienda pública supuestamente injusto con Cataluña. Cabe recordar que una de las acusaciones tradicionales de la izquierda al anterior gobierno conservador había sido, precisamente, la de no saber gestionar con eficacia los recursos de que disponía y practicar una política victimista que ocultara todos sus fracasos de gestión. Poco tiempo ha necesitado el gobierno Tripartito para adherirse a esta reacción puramente defensiva, que, además, ha incurrido con frecuencia en la inmoralidad. Alguno de sus consejeros no ha tenido mayor inconveniente en afirmar que mientras el norte español trabaja, el sur dilapida.

No parece que el creciente aislamiento de Cataluña respecto de España y que su visible pérdida de prestigio entre los ciudadanos españoles, hayan contribuido a paliar esta decadencia.

Sin embargo, el nacionalismo sí ha sido eficaz como coartada para la corrupción. Desde el caso Banca Catalana hasta el más reciente del 3% (que pasará a la historia por haber provocado una de las más humillantes sesiones que haya vivido un parlamento español) toda acusación de fraude en las reglas de juego se ha camuflado tras el consenso. Un consenso que no sólo se manifiesta en los escenarios del parlamentarismo sino que forma parte del paisaje. Puede decirse que en Cataluña actúa una corrupción institucional que afecta a cualquier ciudadano que aspire a un puesto de titularidad pública o pretenda beneficiarse de la distribución de los recursos públicos. En términos generales, el requisito principal para ocupar una plaza, recibir una ayuda, o beneficiarse de una legislación favorable, es la contribución al mito identitario y no los méritos profesionales del candidato o el interés práctico de la sociedad.

Como las fuerzas políticas representadas hoy en el Parlamento de Cataluña se muestran insensibles ante este estado de cosas, los abajo firmantes no se sienten representados por los actuales partidos y manifiestan la necesidad de que un nuevo partido político corrija el déficit de representatividad del Parlamento catalán. Este partido, identificado con la tradición ilustrada, la libertad de los ciudadanos, los valores laicos y los derechos sociales, debería tener como propósito inmediato la denuncia de la ficción política instalada en Cataluña. Oponerse a los intentos cada vez menos disimulados de romper cualquier vínculo entre catalanes y españoles. Y oponerse también a la destrucción del razonable pacto de la transición que hace poco más de veinticinco años volvió a situar a España entre los países libres. La mejor garantía del respeto de las libertades, la justicia y la equidad entre los ciudadanos, tal y como se conciben en un Estado de Derecho, reside en el pleno desarrollo del actual régimen estatutario de las Autonomías, enmarcado en la Constitución de 1978.

Es cierto que el nacionalismo unifica transversalmente la teoría y la práctica de todos los partidos catalanes hasta ahora existentes; precisamente por ello, está lejos de representar al conjunto de la sociedad. Llamamos, pues, a los ciudadanos de Cataluña identificados con estos planteamientos a reclamar la existencia de un partido político que contribuya al restablecimiento de la realidad.

Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Teresa Giménez Barbat, Ana Nuño, Félix Ovejero, Félix Pérez Romera, Xavier Pericay, Ponç Puigdevall, José Vicente Rodríguez Mora, Ferran Toutain, Carlos Trías, Ivan Tubau y Horacio Vázquez Rial.

Giménez Barbat: Rosa Díez quiso entrar en C’s antes de crear UPyD

María Teresa Giménez Barbat fue una de las quince personas que el 7 de junio de 2005 dieron la cara en público firmando un manifiesto en el que se defendía la necesidad de un nuevo partido político en Cataluña. Tras 23 años de pujolismo, el PSC había llegado por primera vez a la Generalidad en 2003, pero los grandes rasgos (y los peores defectos) de CiU se mantuvieron en el Gobierno autonómico. El PSC, junto a ERC e ICV-EUiA, solo aportó más nacionalismo.

Frente a esto, un movimiento, inicialmente transversal, se puso en marcha y recogió un sentir popular. En 2006, solo un año y tres meses después del primer manifiesto, una nueva formación política, Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía, entraba en el Parlamento autonómico: 89.567 votos. Fue el resultado, en mayor o menor medida, de estos quince intelectuales: Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Ana Nuño, Félix Ovejero, Félix Pérez Romera, Xavier Pericay, Ponç Puigdevall, José Vicente Rodríguez Mora, Ferran Toutain, Carlos Trías, Ivan Tubau, Horacio Vázquez Rial y la propia Giménez Barbat.

De lo que se coció antes y después de aquel junio de 2005 Giménez Barbat fue privilegiada protagonista. Ahora cuenta su versión de lo que ocurrió entre los quince promotores. Sobre todo, sus discrepancias, que las hubo. También cómo se formó Ciutadans de Catalunya, plataforma embrionaria de lo que posteriormente (julio de 2007) fue Ciudadanos. Y la discusión sobre si el partido tenía que ser de izquierdas o de derechas.

La antropóloga, impulsora de Tercera Cultura y del Foro Humanismo Secular, concede esta entrevista a LA VOZ DE BARCELONA en su domicilio de Tarragona para hablar de su libro Citileaks. Los españolistas de la Plaza Real (Sepha, 2012), cuya obra cuenta con una página en Facebook en la que se publica material adicional.

¿Por qué Citileaks? ¿Por qué Los españolistas de la Plaza Real?

Lo de Citileaks está claro. Es oportunista, Wikileaks fue mediático. Lo de españolistas es absolutamente irónico. Nos llamaron botiflers, renegados… y españolistas es un insulto, en Cataluña. Bueno, intelectuales también lo utilizaron como un insulto en un momento determinado. Y lo de la Plaza Real porque nos reuníamos en el Taxidermista que estaba en la Plaza Real de Barcelona.

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