Tras el 9N catalán -dramático y preocupante, a la vez que ridículo-, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ya sabe quién manda en Cataluña, y ha convertido la indiscutible aplicación de la ley en una cuestión de Estado, un problema de una nación sin Estado, de España. Cualquier solución se complica para los catalanes. El 10N estamos peor que el 8N.