Mitos digitales

La mitología digital sigue predicando a sus anchas (con dinero, desde luego), pero la inteligencia razonada que le hace frente empieza a disfrutar de unas tribunas con una normalidad que no son solo necesarias sino imprescindibles. ¡Por fin! El editor Carlos Garriga me entrega en mano 21 mitos digitales. Antídoto contra la posverdad internauta, de Per Strömbäck, segunda obra de Ediciones Quinto 20, porque sabe que me “gustará”. Es un valor seguro citar a Andrew Keen como hace Strömbäck en su libro (una traducción de la obra original publicada por el sueco en 2016); ambos escriben desde el conocimiento de lo que es la “tecnología digital”, no están en contra del progreso en internet y alertan de las múltiples trampas que se dan hoy en día bajo diversos paraguas del mundo digital.

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Germán Yanke

Germán Yanke, en 2001 para ABC:

“Es muy difícil aguantar, pero este oficio es una carrera de fondo donde lo fácil es lanzarse a buscar con afán el éxito rápido. Por eso se está perdiendo la figura del gran editor de Prensa que entiende la publicación como un proyecto intelectual”.

Y en 2008:

“Si hay que elegir entre salirse con la suya (y con los intereses coyunturales) y ser razonable, dice el filósofo alemán Robert Spaemann, la ética del debate público, y de la información, exige elegir el intento de ser razonable. Es decir, huir del dogmatismo y del grito, contemplar las cuestiones candentes con la cuota necesaria de escepticismo e ironía que evita la ceguera, saber que hay cosas sencillas («una noticia es lo que sabemos hoy y no sabíamos ayer», como dicen en la redacción del Washington Post) y otras complicadas que no se pueden obviar: que a veces faltan noticias porque hay quien desea ocultarlas, que a menudo hay noticias que «no nos convienen», que el periodista es depositario de un derecho que es de los ciudadanos, el que tienen a la información y no representa, sin embargo, partidos y políticos”.

Germán Yanke (1955-2017)

Pitar

Sobre pitar o no pitar, esa no es la cuestión. Parece más importante el sectarismo que traslucen en España ciertas opciones políticas, xenófobas (sobre extranjeros o que los consideren como tales) sin discusión. La libertad de expresión (¿Je suis Charlie? ¡Pero qué barbaridad!) no es absoluta, pese a que liberales de derechas y populistas de izquierdas así lo defiendan y coincidan; ¡coincidan! Vamos a ver, Arcadi Espada lo ha escrito magistralmente: “¿Podría yo irrumpir en una misa y deponer sobre el cuerpo de Cristo? ¿Podría yo irrumpir en un homenaje al presidente Lluís Companys y cantar Els Segadors con una letra ad hoc cuyo estribillo dijera: ‘Ben mort que estàs!’ ¿Podría yo irrumpir, metidos en himnos, en un homenaje a Blas de Lezo y arrancar el himno diciendo ‘Pata-palo, colgando de un cadalso…’ a la manera ripiosa con la que arrancábamos cuando entonces, ‘Franco, Franco que tiene el culo blanco’? No. Mi libertad de expresión atentaría dramáticamente contra la de los reunidos en iglesias o palacios. Tan dramáticamente que primero me sacarían a patadas y luego me llevarían a declarar”. No parece tan complicado de entender, ni nada excepcional aplicar. Y eso que tenemos un himno facilón, lejos de otros con letra violenta. Pero no es cuestión de himnos ni pitos.