Los agraviados catalanes

En 1823 se ponía fin al segundo periodo liberal de la España del siglo XIX. Fernando VII, con la ayuda del ejército francés1 -al que la guerrilla civil había expulsado solo diez años atrás-, puso en marcha lo que tiempo después se conocería como la Década Ominosa. A partir de ese momento, las dos facciones que se disputaban el control político del país, liberales y absolutistas, se fraccionaron y un sector radicalizado de los segundos dio lugar a los realistas o realistas apostólicos.

Estos exaltados, que desde 1820 estaban presionando al rey por su complacencia con los liberales, aspiraban a la implantación (o, más bien, recuperación) de la monarquía absolutista, la recuperación de la Inquisición y la aplicación inflexible del catolicismo como única religión de España.

Ya en 1822 dieron un primer golpe.2 Es lo que se dio a conocer como la Regencia de Urgel, y tuvo focos en Navarra y Vizcaya. La rebelión fue sofocada. Sin embargo, el país vivía en una inestabilidad permanente desde 1808. Solo entre 1814 y 1823 se intentaron ocho pronunciamientos militares de cierta relevancia, incluidos los triunfantes de Elío (1814) y Riego (1820).

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