El marco del lenguaje escogido, voluntariamente o sin querer, es clave en la comunicación política y determina el contexto social sobre el que se jugará la partida que está en marcha. A corto plazo, es determinante; a medio, resulta desequilibrante; y a largo, un obstáculo para el que no lo acepte.
Los gobiernos, los lobis, los partidos políticos o cualquier interés sindicado tratará de imponer el marco y las reglas -desde antes de empezar a jugar- por las que todos han de pasar. El que no acepte el lenguaje tendrá un doble trabajo. Primero, convencer de que su propuesta es mejor, viable y más realista respecto a la de sus rivales. Y segundo, hacerlo sobre un tablero y con unas fichas que le son desfavorables para conseguir su objetivo.
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