Su vida no acabó 400 años después

Miguel de Cervantes escribió El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en 1605, a la edad de 58 años. Las Novelas ejemplares las publicó en 1613 y dos años después, en 1615, y con 68 años, las comedias y entremeses para teatro y la segunda parte del Quijote. Nada más y nada menos. Su verdadero éxito literario vino tras su muerte y al pasar de los años. Ninguna de las imágenes que corren de Cervantes son verdaderas, como explica el cervantino José Manuel Lucía Megías, en su última obra sobre el insigne escritor; y de su biografía hay atribuciones que no están confirmadas. Puro mito en mucho de Cervantes que hoy damos por hecho. No es hasta 1738 que empiezan a publicarse biografías del alcalaíno y la Real Academia Española no se preocupa por él hasta 35 años después. La primera traducción del Quijote al catalán la encontramos en 1891 publicada en Barcelona, ciudad que alumbra la primera edición de lujo de la obra en 1859. Pese a todo, y pese a los muchos Migueles de Cervantes, este mago de las letras es un buque insignia de la literatura española y, también, de la universal. 400 años han pasado. En el prólogo de su obra póstuma, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, historia setentrional, escrita solo unos días antes de su muerte y publicada un año después, Cervantes se despide: “[…] Mi vida se va acabando, y, al paso de las efeméridas de mis pulsos, que, a más tardar, acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida. […] ¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!”. ¡Sigue vivo!