Sobre pitar o no pitar, esa no es la cuestión. Parece más importante el sectarismo que traslucen en España ciertas opciones políticas, xenófobas (sobre extranjeros o que los consideren como tales) sin discusión. La libertad de expresión (¿Je suis Charlie? ¡Pero qué barbaridad!) no es absoluta, pese a que liberales de derechas y populistas de izquierdas así lo defiendan y coincidan; ¡coincidan! Vamos a ver, Arcadi Espada lo ha escrito magistralmente: “¿Podría yo irrumpir en una misa y deponer sobre el cuerpo de Cristo? ¿Podría yo irrumpir en un homenaje al presidente Lluís Companys y cantar Els Segadors con una letra ad hoc cuyo estribillo dijera: ‘Ben mort que estàs!’ ¿Podría yo irrumpir, metidos en himnos, en un homenaje a Blas de Lezo y arrancar el himno diciendo ‘Pata-palo, colgando de un cadalso…’ a la manera ripiosa con la que arrancábamos cuando entonces, ‘Franco, Franco que tiene el culo blanco’? No. Mi libertad de expresión atentaría dramáticamente contra la de los reunidos en iglesias o palacios. Tan dramáticamente que primero me sacarían a patadas y luego me llevarían a declarar”. No parece tan complicado de entender, ni nada excepcional aplicar. Y eso que tenemos un himno facilón, lejos de otros con letra violenta. Pero no es cuestión de himnos ni pitos.