Nadie vivo recuerda nada igual en el PSOE. Un espectáculo lamentable, tenso y barriobajero. Un ambiente conspiranoico. Increíble. Hace una semana, Pedro Sánchez se despertó como secretario general y seguro de que el Comité Federal del sábado sería duro pero con resultado final positivo. No fue así. Dimisiones, insultos, acusaciones de pucherazo, lloros, enfrentamientos… Sánchez dimitió tras perder la votación (que él había propuesto) que le abría la puerta de un congreso extraordinario y unas primarias para ratificarse al frente del PSOE. Ahora toca salvar las siglas y al partido; imprescindible para los ciudadanos y para el buen gobierno. Releer a Ramón Rubial, escuchar a Josep Borrell, alejarse de los frentismos, encontrar puntos en común, resolver el tema gobierno-PP-Rajoy, combinar lo nuevo con la experiencia y, quizás, ordenar el partido empezando por Cataluña, donde se atisba la próxima revolución interna. Es el momento de definir la socialdemocracia española, establecer objetivos reales, no demonizar al centroderecha nacional y a la vez defender el pacto con la derecha nacionalista y no evidenciar bandazos que los votantes no entienden. El PSOE no está muerto pero sí en la UVI tras un trágico viaje a ninguna parte. Toca ser claros y apostar. Luego, negociar y pactar.