Jaime de Jaraíz, un clásico del siglo XX

Una llamada por teléfono de Alejandro García Galán trajo la mala nueva a casa de mis progenitores, amigos íntimos, todos, de Jaime de Jaraíz. Luego, tan solo hizo falta una pregunta -¿sabes que se ha muerto Jaime?- para comprobar el profundo dolor que los más allegados sienten en estos momentos.

El único contacto directo que tuve con el artista Jaime de Jaraíz, Jaime García Sánchez era su nombre real, fue un apretón de manos y un breve intercambio de palabras que ni siquiera yo recuerdo, hace más años de los que me puedo imaginar ahora mismo. No así mi familia, con la cual ha mantenido, tanto él como su mujer María Dolores, una excelente relación pese a la distancia que separan Extremadura con Madrid y Barcelona.

Ahora me han recordado, hablando y preguntando por Jaime, que se quedó en el tintero un retrato de mis padres. ¿Cuántos dibujos se habrán desvanecido para siempre? ¿Cuántas sinfonías? ¿Cuántas charlas? Cabe decir que Jaime de Jaraíz era un humanista de los que ya no quedan. No solo era -su obra no morirá- un excelente e innovador pintor, sino que también probó suerte con la música, aunque siempre, desde pequeñito, había compaginado ambas disciplinas, y los últimos años de su vida los dedicó a preparar un libro autobiográfico -menos de mil ejemplares, todos con su firma y sello- que expresa nada más y nada menos el lujo de tener la vida y obra del artista en un volumen.

Seguir leyendo

Por un nuevo partido político en Cataluña

X aniversario del manifiesto que dio lugar a la creación de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía.

X aniversario del manifiesto que dio lugar a la creación de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía.

Junio de 2005

Después de 23 años de nacionalismo conservador, Cataluña ha pasado a ser gobernada por el nacionalismo de izquierdas. Nada sustantivo ha cambiado. Baste con decir que el actual gobierno ha fijado como su principal tarea política la redacción de un nuevo Estatuto de Autonomía. Muchos ciudadanos catalanes creemos que la decisión es consecuencia de la incapacidad del Gobierno y de los partidos que lo componen para enfrentarse a los problemas reales de los ciudadanos. Como todas las ideologías que rinden culto a lo simbólico, el nacionalismo confunde el análisis de los hechos con la adhesión a principios abstractos. Todo parece indicar que al elegir como principal tarea política la redacción de un nuevo Estatuto para Cataluña, lo simbólico ha desplazado una vez más a lo necesario.

La táctica desplegada durante más de dos décadas por el nacionalismo pujolista, en la que hoy insiste el Tripartito, ha consistido en propiciar el conflicto permanente entre las instituciones políticas catalanas y españolas e, incluso, entre los catalanes y el resto de los españoles. Es cada vez más escandalosa la pedagogía del odio que difunden los medios de comunicación del Gobierno catalán contra todo lo “español”. La nación, soñada como un ente homogéneo, ocupa el lugar de una sociedad forzosamente
heterogénea.

El nacionalismo es la obsesiva respuesta del actual gobierno ante cualquier eventualidad. Lo único que se le resiste son los problemas, cada vez más vigorosos y complicados. Por ejemplo, el de la educación de los niños y jóvenes catalanes. La política lingüística que se ha aplicado a la enseñanza no ha impedido que los estudiantes catalanes ocupen uno de los niveles más bajos del mundo desarrollado en comprensión verbal y escrita. Este es sólo uno de los más llamativos resultados de dos décadas de gestión nacionalista. Dos décadas en las que el poder político, además, ha renunciado a aprovechar el importantísimo valor cultural y económico que supone la lengua castellana, negando su carácter de lengua propia de muchos catalanes.

La decadencia política en que ha sumido el nacionalismo a Cataluña tiene un correlato económico. Desde hace tiempo la riqueza crece en una proporción inferior a la de otras regiones españolas y europeas comparables. Un buen número de indicadores cruciales, como la inversión productiva extranjera o las cifras de usuarios de internet, ofrecen una imagen de Cataluña muy lejana del papel de locomotora de España que el nacionalismo se había autopropuesto. Su reacción ha sido la acostumbrada: atribuir la decadencia económica a un reparto de la hacienda pública supuestamente injusto con Cataluña. Cabe recordar que una de las acusaciones tradicionales de la izquierda al anterior gobierno conservador había sido, precisamente, la de no saber gestionar con eficacia los recursos de que disponía y practicar una política victimista que ocultara todos sus fracasos de gestión. Poco tiempo ha necesitado el gobierno Tripartito para adherirse a esta reacción puramente defensiva, que, además, ha incurrido con frecuencia en la inmoralidad. Alguno de sus consejeros no ha tenido mayor inconveniente en afirmar que mientras el norte español trabaja, el sur dilapida.

No parece que el creciente aislamiento de Cataluña respecto de España y que su visible pérdida de prestigio entre los ciudadanos españoles, hayan contribuido a paliar esta decadencia.

Sin embargo, el nacionalismo sí ha sido eficaz como coartada para la corrupción. Desde el caso Banca Catalana hasta el más reciente del 3% (que pasará a la historia por haber provocado una de las más humillantes sesiones que haya vivido un parlamento español) toda acusación de fraude en las reglas de juego se ha camuflado tras el consenso. Un consenso que no sólo se manifiesta en los escenarios del parlamentarismo sino que forma parte del paisaje. Puede decirse que en Cataluña actúa una corrupción institucional que afecta a cualquier ciudadano que aspire a un puesto de titularidad pública o pretenda beneficiarse de la distribución de los recursos públicos. En términos generales, el requisito principal para ocupar una plaza, recibir una ayuda, o beneficiarse de una legislación favorable, es la contribución al mito identitario y no los méritos profesionales del candidato o el interés práctico de la sociedad.

Como las fuerzas políticas representadas hoy en el Parlamento de Cataluña se muestran insensibles ante este estado de cosas, los abajo firmantes no se sienten representados por los actuales partidos y manifiestan la necesidad de que un nuevo partido político corrija el déficit de representatividad del Parlamento catalán. Este partido, identificado con la tradición ilustrada, la libertad de los ciudadanos, los valores laicos y los derechos sociales, debería tener como propósito inmediato la denuncia de la ficción política instalada en Cataluña. Oponerse a los intentos cada vez menos disimulados de romper cualquier vínculo entre catalanes y españoles. Y oponerse también a la destrucción del razonable pacto de la transición que hace poco más de veinticinco años volvió a situar a España entre los países libres. La mejor garantía del respeto de las libertades, la justicia y la equidad entre los ciudadanos, tal y como se conciben en un Estado de Derecho, reside en el pleno desarrollo del actual régimen estatutario de las Autonomías, enmarcado en la Constitución de 1978.

Es cierto que el nacionalismo unifica transversalmente la teoría y la práctica de todos los partidos catalanes hasta ahora existentes; precisamente por ello, está lejos de representar al conjunto de la sociedad. Llamamos, pues, a los ciudadanos de Cataluña identificados con estos planteamientos a reclamar la existencia de un partido político que contribuya al restablecimiento de la realidad.

Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Teresa Giménez Barbat, Ana Nuño, Félix Ovejero, Félix Pérez Romera, Xavier Pericay, Ponç Puigdevall, José Vicente Rodríguez Mora, Ferran Toutain, Carlos Trías, Ivan Tubau y Horacio Vázquez Rial.

Bandera de desastres

“Cuando la masa piensa alguna cosa me llevo las manos a la cabeza, tengo auténtica fobia. Aquella frase de ‘el pueblo unido jamás será vencido’ me da terror. Ha sido bandera de muchísimos desastres. Yo soy un antirrevolucionario total, lo peor de las revoluciones es que luego llegan los contrarrevolucionarios, que es lo peor que hay”.

Albert Boadella, en El País Semanal.

El PSC de Miquel Iceta

Entre los objetivos del PSC debería estar el de recuperar a los votantes que ha ido perdiendo en los últimos años. Tras Pasqual Maragall y José Montilla, Pere Navarro tiró la toalla antes de tiempo acosado -entre otras cosas- por un sector independentista camuflado en el partido y que solo elevó la voz (y el votó) cuando el PSC dejó de tocar poder a nivel autonómico y ERC vampirizaba a CiU. La llegada de Miquel Iceta a la dirección del partido podría, en primer lugar, frenar la caída en votos (que lo son todo en política) y, en segundo lugar, iniciar una recuperación del partido a la centralidad… que falta le hace a Cataluña. Pero no. Iceta tiene en su haber, ya, sin haber pasado por el examen de las urnas en una cita al Parlamento de Cataluña -ahora con 20 escaños, pero las encuestas apuntan entre 10 y 11-, los peores resultados del PSC en unas elecciones municipales (pasando de los 721.476 votos, el 25,13% y siendo la segunda fuerza política, a solo dos puntos de CiU, primera formación política, en 2011; a 530.909 votos, el 17.06% y segunda fuerza pero a menos de un punto de ERC, tercera, en 2015) y, también, en unas elecciones europeas (pasando de los 708.888 votos, el 36% y primera fuerza, en 2009; a los 358.539 votos, el 14,28% y tercera fuerza, en 2014). No parece que existan indicadores que nos recuperen para el PSC. Menos todavía cuando el PSC de Iceta, por decisión de este o porque este no puede imponer su directriz, no tiene ningún problema en pactar ayuntamientos con CiU pero no lo hace con el PP, sin explicar públicamente por qué sí sirve una derecha y no otra. Uno entendería que el PSC solo pactase con formaciones políticas del centro hacia la izquierda, ya sean populistas, como en Barcelona, o independentistas, como en Badalona y Castelldefels. La explicación sería sencilla: solo pactamos con formaciones de izquierdas. Bien. Pero la mentira es absoluta cuando uno descubre los casos de Mataró, Molins de Rei o Vilafranca del Penedés donde la sociovergència ha funcionado a toda máquina. ¡Ni siquiera el PSC ha querido los cuatro años de alcaldía en Castelldefels que el PP le ha ofrecido! Si el marco mental del PSC acaba en el Ebro, jamás recuperará los votos que ha ido perdiendo en los últimos años por dos causas principales: jugar con el secesionismo catalán y aturdimiento de la socialdemocracia europea. ¿De verdad, en estos momentos de desafío independentista, el PSC tiene más en común con CiU, que con el PP catalán? Difícil volver a votar al PSC.

Cartas de Unamuno

Miguel de Unamuno fue contradictorio, tanto en sus acciones como en sus escritos políticos. Su personalidad, compleja (aquí se le puede oír en su faceta literaria). Fue un avanzado de la polémica española, ahora convertida en ruido. Por este blog ya apareció una pincelada de su dicotomía política. Ahora se amplía, aprovechando una serie de cartas (algunas inéditas) que ven la luz en la Biblioteca Nacional. Unamuno, caótico. Sorprendentemente, olvidado por la izquierda actual. Atormentado, bregó.

Las tres dimensiones del poder

“Pese a esta dimensión negativa que Fernando quiso enmendar cuando ya era demasiado tarde, no cabe duda de que el programa trazado en 1476 iba a tener muy ventajosas consecuencias. España tomaba para sí el modelo de Unión de Reinos que adoptara la Antigua Corona del Casal de Aragó y que limitaba los poderes correspondiente a la unitaria soberanía, respetando las formas administrativas de cada uno de los Reinos. Es un error creer que Castilla hizo a España; la hizo la Corona de Aragón, que estableció esa diferencia entre las tres dimensiones del poder, legislativa (Cortes), judicial (Audiencia) y ejecutiva (Consejos), que Montesquieu, siglos más tarde, consideraría como garantía de la libertad. Por primera vez en Europa una ley fundamental declaró ilegitima la servidumbre y los payeses de remensa adquirieron la plena libertad convirtiéndose además en propietarios de las tierras que trabajaban”.

Luis Suárez, en “Fernando el Católico” publicado en La Razón.

Pitar

Sobre pitar o no pitar, esa no es la cuestión. Parece más importante el sectarismo que traslucen en España ciertas opciones políticas, xenófobas (sobre extranjeros o que los consideren como tales) sin discusión. La libertad de expresión (¿Je suis Charlie? ¡Pero qué barbaridad!) no es absoluta, pese a que liberales de derechas y populistas de izquierdas así lo defiendan y coincidan; ¡coincidan! Vamos a ver, Arcadi Espada lo ha escrito magistralmente: “¿Podría yo irrumpir en una misa y deponer sobre el cuerpo de Cristo? ¿Podría yo irrumpir en un homenaje al presidente Lluís Companys y cantar Els Segadors con una letra ad hoc cuyo estribillo dijera: ‘Ben mort que estàs!’ ¿Podría yo irrumpir, metidos en himnos, en un homenaje a Blas de Lezo y arrancar el himno diciendo ‘Pata-palo, colgando de un cadalso…’ a la manera ripiosa con la que arrancábamos cuando entonces, ‘Franco, Franco que tiene el culo blanco’? No. Mi libertad de expresión atentaría dramáticamente contra la de los reunidos en iglesias o palacios. Tan dramáticamente que primero me sacarían a patadas y luego me llevarían a declarar”. No parece tan complicado de entender, ni nada excepcional aplicar. Y eso que tenemos un himno facilón, lejos de otros con letra violenta. Pero no es cuestión de himnos ni pitos.

Librepensamiento

Cita de Gaziel, en "El llarg procés" de Jordi Amat.

Cita de Gaziel, en “El llarg procés” de Jordi Amat.

Stop

Matteo Salvini, secretario federal de la Liga Norte y eurodiputado.

Matteo Salvini, secretario federal de la Liga Norte y eurodiputado.

¿Por qué hay personas que votan a partidos xenófobos? La respuesta, me temo, no admite reduccionismos o simplismos. Un cúmulo de estímulos y desinformación. Errores de otros, también. En Cataluña, Plataforma per Catalunya está en vías de extinción, por suerte. Pero el populismo tiene su válvula de escape en otras marcas, muy catalanas, por desgracia. En Italia, Matteo Salvini se atreve a fotografiarse -la imagen es de su cuenta tuitera- de esta manera y, tras unas elecciones regionales, asegurar que “la verdadera alternativa de Gobierno somos nosotros”. Anteponer personas (y sus derechos) al hecho fortuito de nacer en un lugar u otro.

Arrepentimiento y ley

Palco presidencial del Camp Nou durante el himno nacional y la pitada por parte de aficionados del Barça y del Athletic (foto: 'El Plural').

Palco presidencial del Camp Nou durante el himno nacional y la pitada por parte de aficionados del Barça y del Athletic (foto: ‘El Plural’).

Dice el editorialista de El País que “los presidentes de Cataluña y País Vasco deberían pronunciarse sobre la pitada al himno y al Rey”. Se refiere a lo sucedido el pasado sábado durante la Final de la Copa del Rey de fútbol, entre el F.C. Barcelona y el Athletic de Bilbao. Desde luego, una expresión de odio en toda regla. Aparentemente minoritaria pero muy ruidosa. Artur Mas, a quien se le insta desde El País a que se pronuncie, ya lo hizo, por activa y por pasiva -como se muestra en la imagen que acompaña este post-. ¿Acaso se le pide que reconozca su arrepentimiento? Sin embargo, lo más sorprendente del texto editorial es la parte en la que se admite la victoria de los que se sitúan al margen de la ley: “Lo de los pitidos no tiene solución que no implique riesgos graves: no es posible suspender el evento antes de que ocurra la ofensa ni prohibirlo una vez producida con 90.000 personas en el estadio; y tampoco plantear sanciones indiscriminadas”.